sábado, 29 de mayo de 2010

Memorias del fuego


Por Guillermo Posada*
El 29 de mayo de 1969, dirigentes sindicales y comisiones de base empujaron a las calles la exigencia de respirar nuevos aires en el país. Agustín Tosco de Luz y Fuerza, Atilio López de UTA, Jorge Canelles de UOCRA y Elpidio Torres de SMATA, dieron forma al Cordobazo.

“El saldo de la batalla de Córdoba, "El Cordobazo", es trágico. Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de un pueblo florecen y marcan una página histórica argentina y latinoamericana que no se borrará jamás”.
Así describió Rodolfo Walsh en el Diario de la CGT de los Argentinos los acontecimientos del 29 de mayo de 1969. Córdoba fue entonces el punto de condensación, como describe la historiadora cordobesa Mónica Gordillo, de las luchas sindicales y políticas que arrastraba la década del ’60.
Aquellos años, marcados por la proscripción del peronismo, gobiernos seudodemocráticos débiles e ilegítimos y dictaduras militares que se repetían para impedir el ejercicio de la voluntad popular en el gobierno, cimentaron el camino de la acción obrera en un período de expansión popular que resistía los mandobles de una dictadura que resbalaba en su propia decadencia. Una camada excepcional de dirigentes sindicales y comisiones de base empujaron a las calles la exigencia de respirar nuevos aires en el país. Nombres como Agustín Tosco de Luz y Fuerza, Atilio López de UTA, Jorge Canelles de UOCRA o Elpidio Torres de SMATA atravesaron el prisma de la historia para difuminar sus propias diferencias y confluir en el podio de los luchadores de la causa popular argentina.
La ciudad, conocida en aquellos años como la Turín argentina, mostraba un amplio desarrollo industrial metalmecánico, la universidad nacional vigorosa y llena de estudiantes ansiosos por protagonizar su momento histórico y una clase media que, aunque siempre aplastada por la matriz beata mediterránea, también expresaba el hastío hacía un gobierno de tinte fascista que reducía libertades y desorganizaba, a fuerza de represión, la vida pública. A ello se sumaba el despertar de curas tercermundistas que abrazaban la causa obrera con fervor. La revista “Cristianismo y Revolución” era su órgano difusor. “Ellos hablaban de revolución abiertamente, cuando Tosco era mucho más medido en público”, cuenta el legendario periodista Ernesto Ponsati, colaborador de prensa en el Sindicato Luz y Fuerza de Córdoba entre el ’64 y el ’74.
Si aquel 29 de mayo, Día del Ejército para más detalles, las columnas de trabajadores entraron al centro de la ciudad por los cuatro puntos cardinales y dominaron el terreno hasta las cinco de la tarde, fue fruto de años de convulsión presurizada donde las demandas de libertad política, mayor calidad de vida y el ejercicio de los derechos sindicales, se mezclaba con la onda planetaria crítica al sistema capitalista, la relajación de las costumbres sociales y el anhelo de una revolución social donde, para muchos, Juan Domingo Perón tenía un papel insustituible. Si para otros la figura del General no incluía cambios en la estructura social del país, esas discusiones quedarían para más tarde.
La ceguera de la dictadura atacaba por igual a los trabajadores y, en Córdoba, la división entre colaboracionistas y combativos se remendó para resistir la pérdida de las quitas zonales y el sábado inglés, derechos adquiridos que la orgullosa clase obrera cordobesa no estaba dispuesta a tirar por la borda que proponían las políticas neoliberales de Adalberto Krieguer Vasena, ministro de Economía del dictador Juan Carlos Onganía.
La división entre la CGT de los Argentinos –que rechazaba de plano al régimen y era comandada por Raimundo Ongaro–, y la CGT Azopardo –colaboracionista con Onganía y dirigida por Augusto Vandor– tenía características propias en la provincia: la minoritaria a nivel nacional era mayoría en terreno cordobés. Sin embargo, aún siendo más sindicatos la CGTA no contaba con los sindicatos industriales que podían movilizar miles de trabajadores desde el cordón industrial hacia el centro de la ciudad.
“Ante las diferencias sobre la política nacional los dirigentes optaron por la consigna ‘unidad en la acción’ como fórmula para subsanar las diferencias”, recuerda el abogado laboralista Luís Reinaudi, secretario Gremial del Sindicato de Prensa en 1969 con sólo 24 años. La pueblada cordobesa, que descarta el espontaneísmo como explicación histórica, tuvo los dientes apretados y una organización detallada que incluyó a Tosco enseñando a los compañeros mecánicos cómo armar las bombas molotov en los fondos del gremio. “Me lo contó el gringo en persona”, afirma Ponsati.

El desenlace

“SMATA era la infantería de la clase obrera cordobesa”, señaló el abogado Lucio Gazón Maceda a la revista Umbrales al cumplirse el 30º aniversario del Cordobazo. Sus asambleas eran masivas y expresaban la dinámica social de la época. “Había una conciencia de la propia fuerza muy grande”.
Elpidio Torres, obligado por sus bases y empujado por el dúo que formaban Tosco y Atilio López, convocó a una asamblea general el 14 de mayo en el Córdoba Sport, club donde se realizaban peleas de box, que fue duramente reprimida por la policía. Eso terminó de decidir al dirigente, que en Buenos Aires el diario de la CGTA calificaba de ‘cipayo’, pero que en Córdoba era valorado como un táctico que asumió sus responsabilidades el 29 de mayo.
El paro de UTA, realizado en 5 de mayo, ya había demostrado la capacidad de bloquear la ciudad, sólo restaba ocuparla. Cuando las columnas de trabajadores de IKA-Renault abandonaron la planta a las 11 de la mañana, los obreros llevaban sus bolsillos repletos de municiones de rulemanes que harían horas después retroceder a la Guardia de Caballería en una mitológica imagen televisiva donde se pudo observar a los policías a caballo escapar de la furia de los manifestantes. El asesinato del tapicero de Renault Máximo Mena al medio día, en la esquina de Arturo M. Bas y bulevar San Juan, enardeció los ánimos y la policía se retiró de las calles, desbordada, cuando se le terminaron los gases lacrimógenos.
Las barricadas se sucedieron en cada esquina y el pueblo salió de sus casas para participar de la contienda, aportando material para las fogatas y apedreando a la policía, mientras el gobernador Caballero rogaba que el Ejército controlara una situación salida de madre. Pero sólo a las cinco de la tarde, los blindados salieron desde La Calera, a escasos kilómetros de la ciudad, para retornar la calma.
El viernes 30, en medio de un paro general nacional que habían acordado las dos CGTs, los últimos focos estudiantiles del barrio Clínicas fueron acallados. Pero el golpe estaba dado. La dictadura no volvería a ser la misma. “Se les acabó el verso de ‘primero el tiempo económico, segundo el tiempo social, por último el tiempo político’. Todo se les vino encima”, asegura Reinaudi.
Los más importantes dirigentes gremiales fueron condenados a la cárcel por tribunales de guerra armados sobre la marcha y amnistiados meses después.
Al igual que la Reforma Universitaria, el Cordobazo forma parte de los hitos de la historia de la provincia que los cordobeses recuerdan con orgullo. Tiempos en que no existía la Fundación Mediterránea y que nadie sospechaba que los militares serían capaces de secuestrar, torturar y matar a los militantes populares, para después robarles a sus hijos. Aquellos dirigentes sindicales del ’60 esperan aún que Córdoba recupere la memoria corporal que generó la efervescencia, las convicciones y la organización de todo un pueblo luchando en las calles para vivir según su propio designio. “Nosotros tenemos una pretensión muy ambiciosa: conquistar el derecho a ser los herederos de aquella expresión sindical”, concluye Oscar “Cacho” Mengarelli, secretario general de la CTA Córdoba.

Las puebladas de mayo del 69

El 15 de mayo de 1969 Corrientes fue la chispa que encendió la mecha del estallido social que terminaría con las ínfulas del dictador Juan Carlos Onganía. Han pasado 40 años del “Correntinazo”, hecho histórico considerado emblema de la resistencia estudiantil y popular al “Onganiato”. En 1969, estudiantes de la Universidad Nacional del Nordeste (Unne) protagonizaron una masiva lucha contra la privatización del comedor universitario, recibiendo el apoyo de gremios e importantes sectores populares de toda la provincia.
En la represión a una de las tantas manifestaciones, cae asesinado el estudiante de medicina de 4º año, Juan José Cabral. Para repudiar el hecho y apoyar la lucha estudiantil, se movilizaron miles de correntinos, lo que se conoció como el “Correntinazo”. Días después se dio el “Rosariazo” y el “Cordobazo” que hirieron de muerte a la dictadura de Onganía.
Esa lucha estudiantil logró que no se privatice el comedor de la Unne y dos años después, en 1971, se consiguió derogar el ingreso eliminatorio en la Facultad de Medicina.
Héctor Quagliaro, histórico dirigente de ATE, recientemente fallecido, fue el líder del Rosariazo en su condición de secretario general de la CGT de los Argentinos en esa ciudad santafecina. Así recordaba los hechos el “Colorado” Quagliaro:
“El primer Rosariazo fue el 21, 22 y 23 de mayo y se generó porque habían matado a un estudiante en Corrientes. Se hizo una marcha del silencio, Raimundo Ongaro que era el Secretario General de la CGTA nacional, mi compañero de siempre, me mandó a que participara. Yo fui con dos estudiantes de Rosario, Walter Pereyra que era del FEN, y el chico Fernando Lagruta, que fue después asesinado por el proceso genocida. Era de Integralismo, un grupo social cristiano. Y bueno, después acá hicimos una reunión y avanzamos en decretar una movilización. Acá lo matan, el 16, a Bello. Yo estaba en el Obispado de Resistencia, en el Chaco, con la juventud del Chaco que era muy valiosa, había estado dando charlas allí, y me avisan de la muerte de Bello, en la galería Melipal, porque salieron a manifestar ante el comedor universitario que estaba por la calle Corrientes.
Entonces yo vuelvo para Rosario, hay una movilización de los estudiantes, y matan a un joven, que era estudiante y obrero metalúrgico, Blanco, frente a LT8. La disculpa de la policía fue que decían que iban a tomar LT8, lo cual no era cierto ya que el objetivo no era ese. Un estudiante que después se recibió y fue político, Aníbal Reynaldo, lo quiso ingresar al Sanatorio El Palace, que estaba acá en la calle Italia, la policía se lo impidió y el chico murió desangrándose en la calle. En el velatorio de este chico se reunieron más de 10 mil personas acompañando el féretro hasta el cementerio. Así que bueno, esos hechos han quedado registrados como los hechos de masas más importantes de la ciudad.
El segundo Rosariazo se produce en septiembre de 1969 cuando estalla un conflicto ferroviario por la suspensión de dos compañeros que eran militantes sindicales, la Unión Ferroviaria estaba intervenida, se llamó a una asamblea, se autoconvocó a una asamblea en la Unión Ferroviaria. Yo participé en mi carácter de Secretario General de la CGTA, ellos decidieron un paro, traspolamos eso a un plenario de todos los sindicatos de Rosario y se resolvió hacer un paro general con movilización. En ese tiempo, no sé si la palabra correcta es ésa, pero inauguramos un nuevo mecanismo de protesta, que ya no era el paro como se decía "dominguero", sino que convocábamos a la ciudad, o dividíamos a la ciudad en zonas y convocábamos desde las 10 de la mañana a encontrarse en determinado lugar a todos los sectores organizando en cada zona, para confluir en el centro. Eso produjo una represión, y bueno, se lanzó allí el paro de septiembre, que fue el segundo Rosariazo, que tuvo también una connotación social muy importante”. Palabras de Quagliaro.

 *Periodista; Equipo de Comunicación de la CTA Córdoba

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