En primer término, para aclarar las cosas, hay que decir que queremos una Policía eficiente, confiable, que aporte seguridad a la ciudadanía y no que maltrate a los vecinos mediante prácticas propias de los años más oscuros de la historia Argentina.
Cuando un policía golpea a inocentes vecinos, invade casas rompiendo muebles, no permite hacer una llamada telefónica a las personas demoradas en la Comisaría y otros atropellos similares, termina aumentando los niveles de inseguridad y desprestigiando el rol del Estado que deben cumplir.
Un policía que no sabe disuadir, que se descontrola, que disfruta golpear y lograr que el vecino le tenga miedo por el daño que puede producir, es alguien que no está capacitado para cumplir su rol.
Sabemos, y nos consta, que existen muy buenos policías. Pero también conocemos la historia de la fuerza policial de Córdoba, que va desde el fascismo de los años ‘30, el servicio a diferentes regímenes, la destitución de un gobernador y la participación en la represión ilegal de la sangrienta dictadura iniciada en 1976.
Habiendo pasado 25 años desde la recuperación de la democracia, confiamos en la posibilidad de un accionar policial que se encuadre en el marco del respeto de los derechos humanos de todos los ciudadanos. Y aclaramos que, a diferencia de lo que se quiere hacer creer, no es contrario a la prevención y lucha contra el delito que, también debe decirse, no sólo debe ser combatido con el accionar policial.
No se nos escapa que el accionar policial está ligado a la dirección política que le imprime el Gobierno provincial.
Por ello nos asombra que el Gobierno no pueda advertir y reaccionar ante los hechos de violencia policial que, desde hace largo tiempo, vienen ventilándose públicamente en Villa María.
Acaso, nos preguntamos, ¿se está pretendiendo volver a usar el miedo como técnica de disciplinamiento social?
Hace un tiempo el jefe regional de la Policía se comprometió a controlar lo que reconoció como “excesos de algunos hombres” de esa fuerza. Claro que cuando existe un abismo entre lo que se dice y lo que se hace, las frases pueden repetirse, pero ya son palabras gastadas, deslucidas, sin brillo y poco creíbles.
Continúan pasando cosas poco claras en algunos procedimientos policiales.
Los hechos no parecen coincidir con eso de controlar a aquellos jóvenes de la fuerza que, según palabras del comisario Ferreyra, no tienen la formación adecuada. A esto lo dijo en varias reuniones, incluso en la que se desarrolló en la Secretaría de Gobierno de la Municipalidad de Villa María.
¿Y el poder político qué dice? ¿Esta es la Policía que han diseñado para que vigile el cumplimiento de los derechos en Villa María?
Las autoridades tienen la respuesta, pero como han gastado tanto las palabras, deberían responder con hechos concretos.
No estaría mal discutir, en serio, la reforma del Código de Faltas de la provincia, que permite que la Policía, sin criterios claros, decida quien va detenido.
Patricia Volmaro
Derna Montero
Jesús Chirino
José Luis Bernabé
Federico Magrín Torres
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario