Volver a trabajar
Hoy llegó a Río Segundo, más precisamente al frigorífico de “Logros S. A.” la orden del Juez Grabiel A. Tosto, para que dos delegados gremiales despedidos en octubre de 2008 fueran reincorporados a sus puestos de trabajo. Los compañeros José Walter Becchi y Alejandro Mauricio Ansaldi, que de ellos se trata, contaron con el apoyo de la CTA desde que fueron despedidos el 25 de octubre de 2008.
Aquel sábado cuando, a un día de haber cumplido su mandato de delegados, los trabajadores recibieron el telegrama con la infausta noticia tuvieron sospecha que la dirigencia del Sindicato del Personal de la Industria de la Carne no los apoyaría. A los pocos días el gremio, con José Montoya como secretario general, hizo una asamblea en el lugar de trabajo explicando que lo mejor era aceptar los despidos y cobrar la indemnización. Supuestamente el frigorífico estaba en “crisis”. Una crisis “muy especial”, ya que echaron a la gente que se animaba a reclamar por sus derechos.
En medio de alguna reunión en la que rumiaban el desamparo sindical, una trabajadora, que conocía de la CTA, planteó la posibilidad de venir a buscar el abrigo de los compañeros de la Central. Y así se hizo, los recibimos e inmediatamente se inició un largo proceso que hoy desembocó en el regreso efectivo a sus labores.
Ya en el mes de diciembre había existido una orden para la restitución de los puestos de trabajo a Becchi y Ansaldi. Fue emitida por la jueza de conciliación de la ciudad de Córdoba, Graciela del Carmen Escudero de Fernández, haciendo lugar a una medida cautelar solicitada mediante el patrocinio de la abogada de la CTA Cecilia Pérez Correa.
En aquella oportunidad la empresa se resistió a la cumplir la orden y los trabajadores regresaron a sus casas para ver como Juan Carlos Grimoldi, señalado como real dueño del frigorífico, se abrazaba con la presidenta Cristina Fernández en la gira que ésta realizaba por Rusia.
Pero ahora la nueva orden judicial, diligenciada por el oficial de justicia Luis Mattio Carlier, planteaba la posibilidad de “allanar y/o requerir el auxilio de la fuerza pública en caso que fuere necesario”. Y dada la fuerte resistencia, por parte de la empresa, para cumplir con lo ordenado fue imprescindible que Carlier lograra la colaboración de la policía provincial. Aunque debe aclararse que los uniformados se mostraron demasiado cautos a la hora de prestar la ayuda requerida. Hablaban con los representantes de la empresa, querían que el oficial de justicia y la abogada fueran a hablar con un fiscal o una jueza del lugar. Demasiada timidez para hacer cumplir una orden judicial que iba a favor de los trabajadores. Luego los policías debieron empujar una puerta que se mantenía cerrada por la fuerza que ejercían el encargado de la planta fabril junto a personal de seguridad del establecimiento.
Cuando Carlier, la abogada Pérez Correa y su colega Eladio Guesalaga, Becchi , Ansaldi y Jesús Chirino en su calidad de Secretario de DDHH de la CTA regional Villa María, ingresamos a la planta, y no sin alguna resistencia, se le entregó la ropa a Becchi.
Por su parte Ansaldi no pudo esperar recibir en propias manos la ropa y empujado por la ansiedad se fue rápidamente hacía su puesto de trabajo. Era la hora del reencuentro con los compañeros en ese lugar que había defendido con tanta fuerza. Allí se reencontraron, los abrazos, los vivas, algunas gargantas sintieron picazón y estos hombres duros carraspearon un poco para hacer pasar esa emoción que quebraba la voz.
Becchi recogió la ropa de los dos, siempre acompañado por la comitiva. Entró a la sala para cambiarse y al grito de “Becchi, Becchi” los trabajadores festejaban el regreso de sus delegados y todos tuvieron en claro que la CTA los había abrigado en medio de la cerrazón en que los dejó aquellos que olvidan la razón de ser de las entidades gremiales.
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