Durante cuatro horas, una columna multitudinaria de argentinos que por momentos ocupó veinte cuadras de largo, caminó el viernes 12 de diciembre hacia la Plaza de Mayo, gritando al viento que el hambre de los chicos pobres es un crimen. Un genocidio del que son cómplices quienes lo ocultan.
Convocada por la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) y el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, la marcha reunió a casi un millar de organizaciones sociales provenientes de los puntos más distantes del país que se dieron cita para exigir el fin de la miseria de un tercio de la población que vive por debajo de la línea de pobreza -un reclamo histórico-, y que a la crisis que viene del Norte no la paguen los trabajadores.
Con sus banderas, chalecos multicolores, instrumentos musicales y escenografías ambulantes, los manifestantes se reunieron a partir del mediodía en Parque Rivadavia, y apenas pasadas las tres de la tarde iniciaron una marcha festiva que culminó poco después de las siete, a metros de las vallas que cercan la Casa de Gobierno.
Desbordando el lugar hacia las calles adyacentes y a pesar de la fatiga generalizada, allí hubo un acto donde el secretario general de la CTA, Hugo Yasky, y otros dirigentes reclamaron el cese inmediato de las suspensiones y despidos y una Asignación Universal por Hijo.
La marcha se desplazó a lo largo de casi 50 cuadras por Avenida Rivadavia, pleno centro porteño, con cánticos constantes contra el hambre, por los derechos de los niños pobres y diatribas a los responsables del sistema de exclusión. Cincuenta mil personas, según los organizadores. “18 cuadras compactas”, dijo Crónica TV, uno de los pocos medios grandes que cubrió la protesta.
La espectacularidad de la marcha, la variedad de organizaciones populares, la presencia masiva de niños de todas las edades (decenas de bebés que marcharon apoltronados en cochecitos que sus madres empujaban), pero fundamentalmente la gravedad del hecho que reunía a los manifestantes…
Según estimaciones todavía inéditas del consultor Artemio López citadas por Horacio Verbitsky en su informe del domingo 14 de diciembre, en el último año, la gente que vive bajo la línea de pobreza, creció del 19, al 24%. Ahora en Argentina, los pobres son 11,1 millones.
En muchos medios masivos, sin embargo, la movilización contra esa vergüenza fue apenas un texto breve, poco más que una gacetilla, en el que lo importante no era la lucha por el fin de la pobreza, sino su molesta contribución al caos del tránsito de la city, afectado ese día por el paro de los subterráneos.
Los diarios, canales y radios de los grandes grupos mediáticos batieron el parche por el mal humor de los automovilistas porteños que debieron esperar horas detenidos en una esquina, o avanzar a paso de hombre, o hacer una cuadra cada cuarenta minutos.
La movilización contra el hambre de los chicos pobres sólo fue cubierta por algunos medios gremiales (las agencias de noticias de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires, la de la CTA, por ejemplo…), y unos pocos masivos.
En Córdoba, La Voz del Interior no publicó ni una línea, y quienes quisieron seguir la marcha por la pantalla, vieron cómo algunos movileros intentaban reportar lo que circulaba frente a sus ojos, mientras desde el piso, como sordos, los conductores derivaban la información hacia el caos automovilístico.
Imposible no comparar con la cobertura que casi todos los medios grandes le prodigaron a los empresarios del campo en su lock-out contra los impuestos a los granos. Un despliegue que recordó los tiempos de guerra (Beagle, Malvinas) o de la dictadura militar, cuando los medios reproducían como verdad absoluta un único discurso y castigaban adentro (a sus trabajadores díscolos) y afuera (a los opositores) con un ostracismo y una invisibilidad propios de una sociedad fascistoide.
Si la pobreza a veces es noticia de tantos programas especiales, algunos bastante escabrosos, (inclusive, hace pocos días, la mortalidad infantil en Argentina fue título principal de la tapa de La Nación); ¿por qué la marcha multitudinaria y prolongada del Movimiento de los Chicos del Pueblo y de la Central de Trabajadores de la Argentina fue cuidadosamente soslayada por muchos de esos mismos medios?
Como que a la pobreza, al hambre, la desnutrición, pudieran tolerarlas en algunas circunstancias, mientras que la epopeya de quienes luchan para terminar con esa ignominia, les resultara insoportable.
*Periodista y escritora. Directora de la Revista Umbrales, publicación del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren-CTA).
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