sábado, 19 de diciembre de 2009

Documental sobre la pueblada de Corral de Bustos


Se me ha perdido una niña: La estética del estallido
Escribe: Ricardo Carballo

En el campo de la filmografía social, la estricta definición de “documental” resulta extremadamente insuficiente para sindicar con verdadera justicia la obra dirigida por Sergio Stocchero y producida por Jesús Albero Chirino: “Se me ha perdido una niña”. Como producción cinematográfica excede los cánones clásicos del género, propiciando artísticamente una tenaz línea de fuga hacia la exploración de nuevas tendencias. En otras palabras, el documental clásico ha sido desbordado, precisamente allí, en donde lo ficcional no puede tener cabida.
La objetividad de su narrativa, en este caso, no reposa en un criterio selecto y sabihondo donado –como síntesis de un conocimiento específico y superior– por los realizadores, sino, justamente, en todo lo contrario: Su línea argumental abreva en el meta relato colectivo, preservando con contundencia y objetividad las voces de los protagonistas de un suceso social relevante: “La pueblada de Corral de Bustos”.
Fruto de un minucioso trabajo de documentación, en la que el productor acudió tanto a fuentes públicas –cobertura televisiva de los sucesos– como a fuentes propias –captadas personalmente con vistas al emprendimiento con una cámara hogareña pagada en no pequeñas, pero sí innumerables cuotas– “Se me ha perdido una niña” se presenta como un genuino producto del Cine Militante, un estilo de comunicación surgido a la vera del dolor y la injusticia social y cuyo principal objetivo es “dar cuenta de la vida” a partir de la objetividad y la estética.
En “Se me ha perdido una niña” la línea argumental –y cada palabra que la habita– fue enunciada al rescoldo de los hechos a partir del arqueológico y cuidadoso rescate de la realidad social y la vivencia colectiva de un pueblo del interior cordobés, pueblo que se transforma en el único y digno protagonista de la obra. En este film los sucesos acaecidos se reflejan a partir de sus dos posibles interpretaciones: La del Estado –que con sus actos y a partir de la violencia legítima que le es propia– lee en el oráculo social de las cenizas un designio disolvente y, la de los protagonistas de la gesta –que desde la esperanza y la consciencia solidaria– denuncian a viva voz que no existe tal oráculo y que las cenizas emergentes de la crisis constituyen una irrefutable evidencia de que la justicia –ultrajada por el abuso de poder y la desidia– reclama resurgir como el ave fénix.
“Se me ha perdido una niña”, en consecuencia, deviene en una pieza fílmica altamente lograda en la que la estética de un estallido social queda magistral y objetivamente reflejada mediante imágenes y voces libres de ataduras al guión, imágenes y voces que se desgranan en testimonios sinceros que dan cuenta –a partir de un encuadre audaz y creativo– de un suceso social que ha marcado a fuego la Memoria. En el film, esta díscola estrategia narrativa adquiere una compacta homogeneidad mediante un catalizador argumental indiscutible: La solidaridad y la organización social como recurso cívico y humano para enfrentar los abusos del poder.
Cuando comenzó a recorrer el camino de las letras Sergio Stocchero –en su primer libro, titulado “los pequemos monstruos”– supo escribir: “Toda historia es en sí, la misma historia”. En “Se me ha perdido una niña” este reconocido cineasta, nuevamente, demuestra que sigue siendo fiel a aquella lúcida reflexión que acuño con formato de poesía allá por mil novecientos ochenta y cinco. Debido a esto “Se me ha perdido una niña” cuenta una historia colectiva que ya forma parte de otra historia, la inconmensurable historia del hombre en su lucha por la justicia y por la dignidad.
Ricardo César Carballo
Diciembre de 2009

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