sábado, 28 de agosto de 2010

Los fusilados vuelven





Por Luis Miguel Baronetto *
 
Cuando pensaron que los borraban de la faz de la tierra, cuando creían arrebatarles sus vidas comprometidas, reaparecen en la escena pública, con más fuerza que la soñada. Vuelven en las múltiples presencias, en las memorias de las anécdotas, en relatos vivenciales, de dolores y de alegrías también, aún en medio del infierno.

Así se viven los testimonios en el juicio a los genocidas más importante realizado en Córdoba, que empezó el 2 de julio en este año del Bicentenario. El juicio de la UP1, con Videla, Menéndez y otros 30 torturadores y asesinos imputados por los fusilamientos de los 31 presos políticos entre abril y octubre de 1976. Ellos hablan hoy con nuestra voz.

Sus jóvenes rostros inundan nuestros pechos. Sus siluetas motivan figuras y colores, que contienen plurales símbolos de las luchas de ayer y de hoy. Es cuando en el horizonte se confunde la tierra con el cielo, y en aquel espejismo rebotan las imágenes: corazones de amores truncados, cadenas finalmente quebradas, rostros diferentes contenidos en cada mujer o varón que nos siguen mirando desde aquella juventud inmortalizada en blanco y negro… Soles y estrellas; palomas, cruces y la balanza de la justicia, que tantas veces descorre la venda para inclinarse a favor de los poderosos…

Y así, 31 siluetas que hacen presentes a nuestros fusilados: para terminar, después de 34 años, con las complicidades judiciales.

Presentes… para celebrar la memoria de tantas luchas, de las que ellos dejaron inconclusas, como desafíos del hoy. Pero también de las que siguieron subiendo al escenario de las plazas y de las rutas en tantos reclamos de derechos negados.

Para animar a los que hoy reclaman vivienda o para que no les quiten la tierra que los acunó. Presentes en los discriminados como "negros de mierda", por ser pobres, jóvenes y siempre víctimas del atropello policial. Y en los que no quieren seguir siendo los "peores" y alguna vez conseguir un espacio en esta sociedad que debiera ser de todos.

En cada reclamo de libertad, de justicia, de solidaridad… En ellos y tantos otros ignorados de hoy, aquellos militantes están presentes. Porque ellos lucharon para terminar con las lacras sociales que obstaculizan la justicia, la libertad y la paz.

No eligieron ser víctimas. Preferían seguir siendo "uno más". Ni héroes ni mártires. Gente común, como cualquiera…Pero convencidos que lo que anda mal se puede cambiar.
Por eso asumieron la militancia política. Su compromiso fue en el protagonismo de la lucha, también por el poder político para instaurar una sociedad más justa e igualitaria.

Los victimarios querían víctimas para señalarnos que el poder estaba en sus manos. Podían pisotearnos. La soberbia de los gritos y la crueldad del policía militar Alsina o las arengas del aerotransportado Mones Ruiz nos obligaron a mirarlos de reojo, con la cabeza gacha. Ellos contentos porque "podían".

Hoy están solos, frustrados en sus delirios de salvadores de la patria, acusados de delincuentes, envejecidos en sus finales de asesinos, encerrados en las celdas de la democracia que aborrecen. La memoria viva de nuestros muertos es su peor afrenta, aunque sus corazones hayan quedado congelados en las balas o los garrotazos del 76.

¿Será que la alegría es ahora? ¿O la alegría será la esperanza? …Esa que se construye a cada paso, en cada gestión, en cada esfuerzo compartido con la responsabilidad de no defraudar a los compañeros y compañeras de camino. Tampoco desfallecer, porque sería casi como traicionar.

Es lo que pretendían Alsina, Mones Ruiz, Menéndez, Videla y cada uno y todos los torturadores, verdugos y asesinos, sentados en el lugar de los imputados por tantos crímenes de lesa humanidad.

Los fusilados vuelven cada vez que marcamos, multiplicamos o imprimimos una y miles de imágenes que hablan de lo que somos, de lo que queremos ser (y a veces no nos dejan o no podemos). Pero la esperanza es esa fuerza invisible que atraviesa nuestros "no poderes", para decirnos que no tenemos derechos a mirar para atrás y detenernos.

Porque quedaríamos convertidos en estatuas de sal. Y la sal la necesitamos no en estatuas, sino para energizar nuestra fuerza, como aquel paquete que recibió Moukarzel en el pabellón 8 y le costó el estaqueamiento y la tortura que se llevó su vida.

En esa sal saborizamos nuestro compromiso. Ese que nos sigue empujando con la memoria del Turco, médico de Chacra de la Merced, donde los pobres siguen esperando y luchando por su salud.

Los fusilados vuelven cuando la Universidad despierta y descubre que ellos también recorrieron sus claustros, hicieron asambleas, lucharon por nuevos programas de estudio… en Periodismo, en Historia, en Arquitectura, en Derecho, en Arte…

Y vuelven con nombres y rostros concretos: Zorrilla, Bauducco, Ceballos, Irazusta, Toranzo, Chiavarini, Pucheta, Tati Barberis, Abdón de Maggi y Tramontini con su guitarra …21 de los 31, que esperan encarnarse en los nuevos Centros de Estudiantes, en las Cátedras, en las Escuelas, en los Decanatos…
Porque aquellos proyectos de profesionales al servicio de los empobrecidos todavía es deuda y desafío posible de concretar. Quizás abogados como Vaca Narvaja o médicos como Moukarzel nos indiquen que es posible hacer realidad los proyectos. No se trata de sueños irrealizables.

Proyectos que se hacen carne en el compromiso sincero de los que no se quedan en el discurso, porque sus convicciones los obligan a acompañar cada esfuerzo de organización de los que luchan por sus derechos. Como los que acompañó Marta en Villa El Libertador, desde su escuelita del tranvía, el centro del alfabetización o la catequesis de la parroquia, para que el agua llegara a todos, el transporte se metiera en las calles sin asfalto de la Villa o se instalara el jardín maternal Evita para que las madres pudiesen trabajar en el servicio doméstico.

Vuelven los fusilados en cada reclamo de los trabajadores. Allí está el Gordo Verón para señalar también la traición de los burócratas bancarios. O Florencio Díaz y Pablo Balustra testimoniando que vale la pena ser sindicalistas, cuando hay fidelidad a los intereses de los representados. Y Bártoli, Barrera, Hubert, García… También vuelven en la política.

Esa militancia tantas veces denigrada, porque los poderosos la quieren para ellos solos, dejándonos que repartamos a los pobres las migajas de sus banquetes en nuestros comedores comunitarios.

El Chicato Mozé, el Alemán Jung, Sgandurra, De Breuil, Fidelman, Páez, Hernández, Funes, Svagussa o Mirta Rosetti de Arquiola vuelven para increparnos por la cobardía de huir de la política, de aceptar el discurso neoliberal de que todo es lo mismo, como en el cambalache de Discépolo y mejor es no meterse en ese barro…

Pero también para afirmar que sin construcción política que dispute el poder del Estado, la política es insabora (sin el paquete de sal que el "común" le pasó por la reja a Moukarzel), no le sirve a los pobres, queda en las teorías que nos distraen y entretienen para alegría y beneficio de los poderosos.
En alguna de las cárceles donde me tuvieron elegí para la tumba de Marta una frase del profeta Isaías: "Tus muertos revivirán y en el país de las sombras, darán luz".

Hace falta que vuelvan para dar luz. No para indicarnos el camino, porque es responsabilidad nuestra encontrar las respuestas a las demandas de hoy. Pero sí para iluminar los pasos, para evitar los tropiezos de las tantas piedras que aparecen aunque a veces no las veamos, para avanzar con firmeza en lo mucho que todavía falta para la dignidad de los más…

Los fusilados vuelven, sus siluetas nos interpelan, sus rostros eternizados en su juventud, con sus sonrisas, sus preocupaciones, sus miradas, sus proyectos, nos desafían…Queda en cada uno hacerse cargo o esconderse en la cobardía del "no puedo".

La segunda mitad del año del Bicentenario, quedará en la historia como el tiempo de la justicia largamente esperada. Tiempo de espera cumplida. Tiempo de justicia….

*Secretario Adjunto de la CTA Córdoba y Director de 
Derechos Humanos de la Municipalidad de Córdoba.
Fuente: ACTA 

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