lunes, 24 de mayo de 2010

Un mandato ético

Por Juan Carlos Giuliani

La conmemoración del Bicentenario es un capítulo importante en el devenir de un pueblo que hace más de cinco siglos fue sometido por el colonialismo español. La historia no comienza el 25 de Mayo de 1810.
Desde épocas inmemoriales, distintos pueblos originarios habitaron esta comarca configurando, con el paso del tiempo y la mixtura con criollos e inmigrantes, nuestra identidad pluricultural y plurinacional. El Bicentenario es una oportunidad para generar el acto de reivindicación que demandan las comunidades indígenas.
Tras derrotar dos veces las invasiones del Imperio Inglés, en Mayo de 1810 toma cuerpo un proyecto colectivo que recién cuajará más de un lustro después en Tucumán con la Declaración de la Independencia de España y de cualquier otra potencia extranjera.
Domingo French y José Antonio Berutti son ubicados por la historia oficial como figuras decorativas en los acontecimientos de Mayo atribuyéndoles el rol de repartidores de escarapelas entre la gente. Sin embargo, constituían el rostro visible de un grupo de activistas pertenecientes a los sectores sociales más postergados. Lideraban “La Legión Infernal” o “Los Chisperos”. Como quiera se llamasen, tenían en claro que había que destituir al Virrey Cisneros y proponer la ruptura definitiva con el régimen colonial.
French era cartero y Berutti empleado de la Tesorería del Gobierno. Otro de los destacados miembros de esa organización, Agustín Donado, se desempeñaba como gráfico en la imprenta oficial y Buenaventura de Arzac “no es nada”, según refiere despectivamente un informe realista, seguramente para no designar a un desocupado de “la chusma”. Es decir, trabajadores de distintos oficios que juegan un rol decisivo al exigir y lograr el Cabildo Abierto del 22 de Mayo donde llegan a participar utilizando invitaciones falsas que ha fabricado Donado en la imprenta de Expósitos.
Son ellos, también, los que forman piquetes en las esquinas del Cabildo impidiendo el ingreso de los sectores más reaccionarios de la comunidad, y los que se movilizan contra la Junta del día 24 que pretendía imponer a dos absolutistas, dos revolucionarios y el Virrey como quinto miembro para desempatar. Su militancia cobra dimensión especialmente después que se contactan con Mariano Moreno, la figura más sobresaliente de ese tiempo convulsionado.
El 25 de Mayo, cuando Cisneros apela a toda clase de dilaciones e incluso intenta reprimir al pueblo en la Plaza, French, Berutti y otros patriotas ingresan al Cabildo y exigen por la fuerza -cuchillos y trabucos en mano- la designación de una Primera Junta. Era el principio del fin de la dominación española sobre el territorio del Río de la Plata.
Durante décadas el pensamiento mitrista construyó su doctrina antinacional y antipopular a partir del eje Mayo-Caseros. Fue hasta que en 1942 Rodolfo Puiggrós publicó “Los caudillos de la Revolución de Mayo” donde reivindica el papel de Moreno y, sobre todo, luego de que se exhumara del olvido un documento de su autoría que para la historiografía hegemónica se había “perdido”: El “Plan de Operaciones”.
En 1910, mientras el mundo esperaba una catástrofe a causa del cometa Halley, los porteños se preparaban para celebrar el Centenario. Con bombos y platillos para las clases acomodadas, con palos y cárcel para los trabajadores y el pueblo empobrecido por el saqueo oligárquico.
Cien años después del Primer Gobierno Patrio, los grupos dominantes celebraban con fasto su privilegiada posición como elite gobernante del “granero del mundo” sustentado en el fraude conservador y bajo la férula del Estado de Sitio: Buenos Aires se blindó con un brutal aparato represivo para contener la protesta obrera ante la infame inequidad social.
Han pasado dos siglos y el proyecto de liberación nacional y social permanece inconcluso. La Constitución oligárquico-liberal gestada en 1853 por los vencedores de la Batalla de Caseros ha venido rigiendo desde entonces las reglas de juego pretendidamente democráticas –a excepción del interregno 1949-1955-, hasta que irrumpe el pueblo para poner en jaque al régimen. Cuando ello ocurre, ese poder -presto a invocar la Carta Magna cuando de su derecho a exprimir al pobre se trata- no ha vacilado en violarla para ahogar cíclicamente en sangre cualquier conato de rebelión.
La iniciativa estratégica de la CTA de promover un nuevo Movimiento Político, Social y Cultural de Liberación y el consecuente proceso hacia una Constituyente Social, apunta a modificar la relación de fuerzas con el poder establecido y a protagonizar una etapa de transformación que cuestione la desigualdad estructural y comience a darle forma a un Estado de derecho con justicia social.
Un Bicentenario sin Hambre es mucho más que una consigna. Implica un mandato ético intergeneracional para resolver la principal asignatura pendiente: Conquistar la segunda y definitiva Independencia en base a un proyecto político, económico, social y latinoamericano que confronte con la globalización capitalista.
 
* Secretario de Comunicación y Difusión de la CTA.

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