jueves, 27 de mayo de 2010

Altares y camiones


  
Camionesss1(APe).- La mayor cantidad de divisas que entran al país son las originadas por la exportación de la soja y sus derivados. El gran problema que la mayoría de ese dinero queda en un puñado de multinacionales. Un modelo de desarrollo impuesto desde afuera y que poco tiene que ver con las necesidades internas. Tanto es así que la imagen de la pampa en la que pastorean las vacas o las ovejas ya forman de un pasado melancólico. De allí que muchos eligen las islas del delta del Paraná para inventar una nueva pampa arrasando mediante el fuego la vegetación originaria. La industrialización de la soja avanza y se lleva puesta la vieja llanura y la biodiversidad que alguna vez caracterizara a la Argentina.

Pero no solamente se lleva puesta la naturaleza sino también la vida de los trabajadores.

Alguna vez desde estas columnas se comentó el efecto de los plaguicidas sobre los chicos banderas, aquellos pibes que usaban sus cuerpos como señaladores para que los aviones rociaran el campo con productos químicos altamente tóxicos. Vidas rematadas por centavos en el altar del dios de la rentabilidad sojera.

Ahora también aparecen otros cuerpos estragados.

Los cuerpos de los camioneros, los que supuestamente están defendidos por el gremio más poderoso del país, corazón de la vieja CGT.

Pero no hay palabras de los líderes obreros tradicionales y muy afines al gobierno con respecto a los camioneros que mueren por efecto de las intoxicaciones luego de usar al propio vehículo como silo andante.

Las noticias aparecen en las secciones policiales de la provincia de Santa Fe, en cuya geografía están asentadas las compañías internacionales.

Dice la información que “un camionero que transportaba soja murió (en estos días), y una cantidad no precisada de estos trabajadores habría fallecido en los últimos años por intoxicación con pesticidas, según denuncias de la Federación de Transportadores Rurales Argentinos y de entidades ambientalistas. Las muertes se habrían producido porque, para abaratar costos, en vez de bajar la carga para fumigarla, se aplica el tóxico en el interior del camión. La Federación responsabiliza a las firmas exportadoras, entre ellas Cargill, Louis Dreyfus, Bunge & Born, ADM, Nidera, Toepfer y Terminal 6. El representante de una entidad ambientalista agregó que el procedimiento de echar el tóxico adentro del camión es de uso generalizado en puertos de exportación, incluso en Quequén y Bahía Blanca”, sostienen los medios de comunicación regionales.

La vida de los camioneros no vale nada para las multinacionales.

Para ellas lo único de valor es la soja y sus derivados.

Cargill, por ejemplo, facturó durante 2008, 19.700 millones de pesos, es decir, 38 mil pesos cada sesenta segundos. Bunge, más de 18 mil pesos por minuto. Dreyfus, también. Aceitera General Deheza, más de 16 mil pesos facturados cada sesenta segundos. Nidera, más de diez mil pesos por minuto. Toepfer, más de seis mil pesos cada sesenta segundos y Noble, más de 5.600 pesos por minuto.

Ese es el valor ante el cual la vida de un camionero no vale nada.

En el altar de la soja son inmolados los viejos campos ubérrimos y las vidas de los trabajadores, chicos y grandes.

Todo sea por la balanza de pagos, la seguridad jurídica, la inserción argentina en el mundo, las inversiones y demás mentiras que solamente garantizan la impunidad del dinero. Del otro lado, la vida de las mayorías que -como siempre- esperan una nueva oportunidad de respeto en estos arrabales del mundo.


Fuente de datos:
Diario Página12  13-05-10
Agencia Pelota de Trapo

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